Foto:
Liggia
García
La autora de
la presente es Liggia García. Ya antes publicamos en esta sección una imagen
suya. Puede que la recuerden: foto propiamente de un cráneo: cráneo de caballo:
caballo Macbetch: puesto en una pila: con toda su inminencia calcárea y muertil.
Una cosa
bella.
Siempre pueden
talonear la dicha imagen, con el respectivo texto acompañante, en el blog de
Fotosíntesis (fotosintetizador.blogspot.com).
Cien y
doscientas lobregueces. Liggia es una apasionada del arte, y mejor el oscuro.
Obsesión sorda y lúcida por lo esquelético y cementerial. Atracción de otra
parte por lo sagrado y hierofántico (colecta iconos, archiva objetos un tanto
misteriosos). En Liggia García ambas dimensiones se juntan e infestan: el
resultado es santamente extraño, como un cadáver incorrupto.
Aquí tienen algo de eso: un Cristo con rostro ensombrado, pelo despeletrado,
beato corazoncito a la vista, acompañado de una calavera pues, y de un pájaro
difunto (afecto de LG por lo animalesco).
La artista combinó a Jesucristo
y Švankmajer: es decir a Dios y a uno de esos artistas
de países ex comunistas de Europa del Este tan dados a generar foscos,
retorcidos fotógrafos así como cineastas. El resultado es lo que ella llamara
“el señor de los símbolos”.
Quizá la auténtica libertad de religión no sea otra
cosa que la capacidad de reconvertir–resignificar lo divino por medio de
conexiones y asociaciones desprevenidas. En efecto, religar es asociar, es dar
asociaciones, y hemos de entender lo numinoso como un estado de fluidez o
circulación simbólica, que ofrece lugar a toda suerte de aleaciones vírgenes y
cultos mutantes, contra la iniquidad de la devoción estanca. No hay nada más
hermoso que el derecho a crear nuestros propios altares, enjoyados con nuestras
propias revelaciones, nuestros propios cristales metafóricos, pues.
Y eso solo será por medio de la poesía. Octavio Paz acertó,
en El arco y la lira, cuando dijo que poesía y religión brotan
de una misma fuente. También acertó cuando escribió que la empresa de la poesía
moderna es crear un nuevo “sagrado”, frente al que nos ofrecen las iglesias
actuales.
Siguiendo una intuición parecida, Liggia García
inventa aquí su propia doctrina religiosa, una doctrina que está abierta a
evoluciones, nos explica, y donde la búsqueda se centra en la consolidación de
ideas estéticas. El “señor de los símbolos” no es otra cosa que una “inoportuna
epifanía”. Calavera y pájaro difunto se constituyen como "regalo del espíritu".
(Fotosíntesis publicada el 14 de noviembre de 2014 en Contrapoder.)
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