Foto:
Oscar
Villeda
A Oscar Villeda (1987) es ultrafácil
encontrarlo en la red. Para empezar en el apreciable portal cultural Esquisses,
en donde rinde fotos y textos. También en twitter, wordpress, instagram,
flickr, facebook… En muchos lugares va subiendo, además de consejos y
percepciones relativos al oficio fotográfico, sus imágenes, que son coordinadas y que son coordenadas.
Que su trabajo sea así de accesible es
algo que celebramos, porque las fotos de Oscar Villeda merecen ser circuladas y
vistas, por su pasión y visualidad, y porque hay en ellas encuentro. Oscar
Villeda da muestra de intelección y sensibilidad, aptitud técnica e intuición,
sabe y siente el detalle y el encuadre y la correlación. Sin ser fotos siempre
“artísticas”, en el sentido resolemne de la palabra, sus obras siempre
comportan un efecto estético. No hay en su portafolio una sola foto que uno
diga qué vil cosa despreciable y espantosa. Ciertamente es un fotógrafo
meritorio, y tan prolífico. Su portafolio, una fértil oración de acordes
visuales. Qué gusto echarse encima de toda esa hierba fotográfica.
Villeda –4X4– busca, talonea situaciones:
una chica haciendo montañismo con un fondo blanquísimo detrás; el Teatro
Nacional bajo el cielo agrisado y metálico; más allá un murciélago venido de la
profundidad nocturnal; un skater llevando a buen término un truco; un rincón desaliñado
de la ciudad de Guatemala; una composición geométrica con retazos de inmueble;
una estela sintagmática de jeroglíficos mayas; un grupo de surfos desagitados
ante el mar; un cielo con trazos de estrellas y relámpagos cósmicos; un templo
maya captado en ocre onírico; unas camionetas consanguíneas mostrándose
cromáticas; un momento en el atardecer sempiterno de Pana; un caballo costilludo
comiendo así tranquilo; un edificio que es un plexo de mil ventanas de
mercurio; un tuc tuc desplazándose lumínico en la noche, brasa súbita; un resto
material de calaca narrada; una araña detenida como un milagro; el trazo
incoactivo de un carro en un puente; un plato repugnante de fragmentos de
pollo; un charita revuelto sufriendo alguna larga goma enfurecida; un grillo
cantando en el spotlight; una ruina antigüeña como portal al infinito; una
silla vacía, como suelen serlo algunas sillas; un paisaje rural afuera de todo.
Entre tantas otras situaciones.
También encontrarán en su portafolio la imagen
que decidí usar para esta edición de Fotosíntesis. Fue tomada en la laguna de
Chicabal, pero independientemente de donde fue tomada, a mí me gustó porque hay
algo en ella que representa nuestra condición connacional ingénita. En efecto,
los guatemaltecos vivimos en un eterno pozo de bruma, en un rumor de espanto,
en un continuo laberinto de ceguera. Somos como espíritus hambrientos y
enfriados en la niebla enloquecida, dando vueltas sin llegar a ningún lado. Es
eso lo que me dice la foto.
(Fotosíntesis publicada el 1 de agosto de 2014 en Contrapoder.)
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