A Sebastián Oliva ya lo habíamos
fotosintetizado antes –en una columna titulada La Cuita, que encontrarán en el blog de nuestro sección– y ahora
nos disponemos a hacerlo de nuevo.
Dado lo cual nos ponemos a ver una vez
más su carrete de imágenes. Con mucho placer, por demás: Oliva es un fotógrafo
cumplido. De hecho no me recordaba que fuera tan indispensable. Pues lo es. Han
dado las diez de la noche y yo sigo viendo sus fotos.
A veces digo que tal y tal fotógrafo es
bueno, y acaso lo sea, pero no tanto. Es decir que estoy siendo un poco
complaciente, que en el fondo me parece un poco quemado. Pero en el caso de
Sebastián Oliva digo lo que creo y creo lo que digo y lo que digo es bastante cierto.
Y me gustaría que ustedes lo supieran. A ver si le vamos poniendo más atención,
al cuate.
Hace de todo. Si damos un vistazo a su Flickr
(en donde se hace llamar tian2992 y que al día de escribir esto tiene 1,400
fotos) nos toparemos con un diamante multifacetado, que puede ser recorrido
como una road movie, grávida de escenas–rostros–imágenes–paisajes.
El ojo–laboratorio de Oliva va desde la
fotografía arquitectónica hasta la fotografía social urbana; desde la
fotografía documental hasta la fotografía abstracta; desde la fotografía de
texturas hasta la fotografía paisajista; desde la fotografía de retrato hasta
la soberbia fotografía de viajes...
Oliva salta de lo urbano a lo rural, de
lo geométrico a lo orgánico, de lo diseñado
a lo instantáneo, de lo preciso a lo borroso, de lo detallado a lo global, de
lo blanco a lo negro, de lo negro a lo cromático, de lo frio a lo afectuoso, de
lo animado a lo inanimado, del detalle a la profundidad, de lo horizontal a lo
parado.
Si seguimos su stream cronológicamente,
nos vamos dando cuenta cómo en unos años se ha convertido en un fotógrafo interesante,
y puede que muy pronto, con las condiciones adecuadas, se convierta en un
fotógrafo más que interesante. Es obvio que sus imágenes se han ido
sofisticando y en cualquier momento empiezan a dar rasgos visionarios.
No hay manera aquí de describir las
fotos que más me han gustado, porque son tantas. En efecto, Sebastián Oliva es
muy prolífico. Parece que no hay nada que no
le llame la atención, todo lo va reduplicando. En esa compulsividad, no
desperdicia nada, se come todos las partes del animal. Por ejemplo, de una
sentada en un aeropuerto extrae incontables fotos–posibilidades.
Parece ser pues que la técnica
fotográfica de Oliva es suficientemente amplia como para moverse en un montón
de direcciones. Su arte reúne los tres elementos esenciales: acción,
sensibilidad y diseño. Es un artista muy completo. Y uno sumamente curioso, por
demás. Se mueve. Viaja. Se desplaza. Circula. Un ojo vivo, panorámico, inteligente.
Un productor de imágenes significativas y significativamente producidas.
El problema es que uno se mete a su
Flickr y no sabe ni qué fotosintetizar. Al final me quedé con esta foto, con
algo de cuadro hiperrealista: la de un chonte viendo su celular. Fotaza, ¿no?
Es el juego de los planos, la forma en que los agarra desprevenidos, a los
policías. ¿La luz? La luz, definitivamente, por ejemplo la que sale del
teléfono, iluminando el rostro del policía central, que sin embargo tiene algo
de encubierto. Una composición súbita y perfecta.
(Fotosíntesis publicada el 30 de
diciembre de 2017 en Contrapoder.)
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