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Ciudad llama


Foto:
Julio López.

Uno

Endiablados cables de luz–teléfono. Fantasmagóricos techos de lámina. Muros de bloc ideológico. Escuálidos alambrados. Fierros herrumbrados. Árboles en serena claustrofobia. Postes tabernarios. Ventanas de sombra. Espontáneos muros expresionistas. Ropa recibiendo esmog. Antenas esteparias. Depósitos episcopales de agua. Terrazas desnudas. Aburridísimas paredes.

Esta fotografía babélica –poema de mil sílabas– la tomó desde el Cerrito del Carmen el fotógrafo y cineasta  Julio López (1981). La tituló La Colmena.

Mostrándonos uno de tantos parajes exóticos de nuestro caldo demográfico, con su radiación de confusiones metropolitanas, fractalización de formas poblacionales, yuxtaposición de categorías municipales, superposición de concreciones capitalinas y condensación de alteridades habitacionales.

Es la ciudad.

La artística ciudad.

Aquí están las diez mil cosas que dijo el chino, por decirlo todo. Y sin embargo tanta multiplicidad goza de una extraña coherencia: hay, en este engrudo urbano–poético, una especie de unitas multiplex: capas y capas de realidad urbana, en perfecta implosión.  

Y sin embargo nadie a la vista, o solo alguno. La ciudad empuñada se ha tragado a los seres.
             

Dos

Ciudad llama. Mi conexión con la ciudad es filosófica, lírica y mística. Incluso cuando me han asaltado en ella, la ciudad me ha protegido. ¿Cuántas veces recorre la palabra ciudad mi obra literaria? Amo sus simetrías y sus síncopes. Yo no soy la ciudad que la Muni dice que soy, pero yo soy, en definitiva, la ciudad. Ciudad llama. Moriré, pues, en la ciudad.


Tres

Pues hela aquí: la urbe. Y no cualquier urbe: la mía.

Esta urbe caótica, cizañuda y profética, puede muy bien ser Babel, pero es nuestra Babel. Es la ugly city pero es nuestra ugly city. Algunos dicen que es la mejor urbe de Centroamérica (luego proceden a comparar centros comerciales o míseros landmarks) lo cual es, por donde se mire, una completa estupidez. Que los ciudadanos de Centroamérica se pongan a comparar ciudades solo muestra que esas mismas ciudades son en realidad kínderes, y esos ciudadanos párvulos.

Una ciudad es un regalo incomparable.

Ciudades pequeñas divididas en pequeñas parcelas. En Guatemala, esas parcelas se llaman zonas. Lo cual trae algo de reticulación apocalíptica y distópica. Es muy raro eso de decir zona 1, zona 18. Como si Guatemala fuera una gran estación espacial aterrizada en su propia fragmentada miseria, y rodeada de volcanes sacrificiales de donde brotarán seres extraterrestres hechos de gelatina de vertedero y sangre extorsionada.

Es Guatemala, cómo no, la oscura y la criminal. En este exacto momento, en la Florida o El Limón, algo Oscuro está tomando lugar; en una pensión del Cerrito, alguien fuma piedra rodeado de puras marcianas; en una calle de la zona 9 un tipo maleado ha sacado una 9 milímetros; en una tienda de Villa Nueva hay un cuerpo apenas tapado con papel periódico; en una esquina de Mixco un sujeto dice su primera y su última oración.


Cuatro

Qué ojo el de Julio López. Julio López –fotógrafo, videoartista documental– me envió dos portafolios digitales para que yo escogiera una imagen para Fotosíntesis. El primero de ellos es Zona Centro (http://zona-centro.tumblr.com). Allí López se dedicó a documentar con una Canon 7D y un Iphone el estimulante mundo de la zona uno guatemalteca, en una suerte de residencia que duró de julio a noviembre de 2013. A Julio López le impactó mucho este sector de la capital nuestra: “sus personajes, su mezcla entre pasado y presente, su barroquismo y surrealismo, su extraña combinación de violencia y amabilidad.”

El otro portafolio se llama Tres Veces Mojado (http://ayutux.tumblr.com). Es descrito así: “Fotodiario de viajes de un salvadoreño/mexicano/guatemalteco”. En efecto, Julio López es un tripatriota que se define a sí mismo como Mesoamericano (nació en México de padre guatemalteco y madre salvadoreña).

López es muy dado a los temas sociales y de identidad, y se ha dedicado a documentar la vida cotidiana, con sus rostros–personajes.

Elegí esta foto no porque fuera superior a las otras suyas, siendo el caso que las otras suyas son lo mismo superiores, sino porque en particular me permitió externar una vez más mi amor por la sarnobestia catastrófica y metropolitana.

(Fotosíntesis publicada el 21 de marzo de 2014, en ContraPoder.)

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