Foto:
Juan Pensamiento.
Su apellido parece hecho, pero de hecho es real: se llama Juan
Pensamiento.
Es todo un personaje, de quien bien vale la pena escribir alguito.
Constituye uno de esos mutantes sugestivos que nuestra arrumbada clase media nos
entrega a razón de tres o cuatro por generación, más o menos.
Acaso le han visto en este o aquel evento cultural, con su barba
granada y gafas hipstéricas. No descifro su ciencia a la hora de vestirse,
porque es muy extraña. Pensamiento es shute, luciferino, erógeno, imaginativo, vulnerable
y posmoderno. Me da la impresión que le gusta la comida. Pero antes de
convertirse en un pantagruélico Ignatius Reilly, se mete a dietas muy contenidas
y católicas. Sobre todo, posee un gran corazón y mucha estrella. Tendrá muchos
amigos, y hay que suponer que un par de enemigos, porque lo suyo es la bronca
discursiva… ¡Ay mi Diosa, debates por doquier! Moralista chocante, predicador procaz...
Nos gusta el Pensamiento dibujante de imaginarías carnales, el gay
frontal, el humorista incorregible, el fiscal avant la lettre, nos gusta el fotógrafo. En realidad, fotógrafo no
es. Pero ha mandado una foto –la que están viendo– para Fotosíntesis. Y lo que
apreciamos en ella es el niño viéndonos fijo y encuadrado, retablado por la
iglesia. Me parece que esta foto le sirvió a Pensamiento como base para una
obra artística de las suyas.
Nos gusta también el Pensamiento que escribe. El rasgo más
prominente de Juan Pensamiento es que padece hipergrafía o disentería lexical.
Lo cual no lamentamos. Gravoso hombre de letras jamás ha sido: entonces redacta
sus ondas adesnudadamente, sin pretensiones. Prefiero por mucho leerlo a él que
a muchos de mis colegas formales, ya tan seriecitos de literatura.
Siempre anda husmeando muchas columnas y cosas, así que se entera
de todo lo que sucede en la madriguera nacional y farandulesca. Luego opina provocadoramente
de todo y de todos. Verán: hay un comunicador total de las redes sociales, y es
Juan Pensamiento (@elpensa). Una genuina potencia mediática. Digamos que posee esa
cualidad activa, penetrante, penetrativa, incontinente y secretadora que le ha
dado mucha presencia en la plaza de los criterios y chismes ideológicos. Su
pluma indignada y escudriñadora ataca el bocio de la guatemalía carroñera, decana,
pretenciosa, estúpida, apostólica, racista, clasista y endogámica. Sus
comentarios –que están por todos lados– unen la irreverencia del artista con la
disección del jurista, la sensibilidad del rechazado con la irritante pasión
del crítico.
Sobre todo, está muy comprometido con su ambiente inmediato y
social, y le hace honor a su apellido como el continuo productor analítico que es.
Cada post suyo es un pequeño altar de humor y progresía que hace un surco en
nuestra intolerancia zoológica.
Si quieren, pueden googlearlo, al chavo.
(Fotosíntesis publicada el 7
de marzo de 2014.)
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