Siendo
vegetariano, hace mucho tiempo que no como kak´ik. Pero no es que no lo
conozca: lo conozco bien desde crío. Tuve un amigo cuyo padre alcohólico nos
llevaba los domingos a comerlo. Nos íbamos como quince en una cucarachita Volkswagen, rumbo al restaurante en donde lo servían…
¿Cuántos comensales de kak´ik caben en un escarabajo?
Depende si ya comieron.
Luego lo consumí muchas veces en muchos lados, a lo
largo de los años. Alguna vez donde la Nana Winter (lo
menciono en un texto titulado “El reto de vender un país hermoso”). Hice bien,
porque, con eso del Kak´ik, en Cobán es la cosa.
Qué
alegría hablar de este caldo soposo, de esa sopa cáldica, llamada kak´ik, la
rojiza, la aladrillada, la chilosa, magia del tomate y miltomate, brujería
prehispánica, de chompipe y pavochumpe…
Se
come kak´ik y se exuda, porque el kak´il es rojo, denso y vesicante. Es cierto
que es un patrimonio cultural intangible, pero una hartada de kak´ik, con
canastada de tamalitos, es de lo más tangible que hay y que existe.
Se puede
decir, sin necesidad de ser acusado de patriofóbico, que la gastronomía
guatemalteca no es que sobresalga en comparación con otras gastronomías del
mundo. Si ha recibido usted, lector, mi comentario con dudas, váyase a México o
China; compruebe la cantidad estrafalaria y sofisticación de los platos que
allí existen; luego hablamos. De igual manera, nuestra gastronomía palidece al
lado de la francesa o la italiana. Seamos honestos: la propia gastronomía es
contada y no nos sobra.
Dicho lo
anterior, sí que tenemos algunos guisos suficientemente interesantes, y el
kak´ik es en definitiva uno de ellos. De allí que lo hayan decretado patrimonio
cultural, como ya se dijo, junto al jocón, pepián y compañía. El kak´ik es un
plato de veras imperial, una corona de la alimentación culinaria, de
ingredientes superiores, como el ajo, los clavos de olor, la canela, pimienta,
chile guaque, el samat y algún etcétera. La leyenda urbana (o rural) cuenta de
una fiesta en donde se hizo un kak´ik
inclusive con carne humana…
Está
bien, eso es ficción gore, pero lo que sí podemos decir con
seguridad es que el kak´ik se presta a toda clase de combinaciones interesantes,
y muchos chefs locales han elaborado a partir del mismo sublimaciones y
fusiones gourmet.
La noble
foto –escudilla de barro, tamalito, arrocito, polvos y estofado– es de
Alejandra Maselli, quien trabaja con muchos chefs y está vinculada al rollo de
la gastronomía, el periodismo culinario y el foodstyling.
La
pregunta es: ¿no les dieron ganas a ustedes de un kak´ik, viendo esta imagen?
(Fotosíntesis publicada el 18 de
septiembre de 2015 en Contrapoder.)
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