El siempre
apreciable Samuel Pérez Attías (Abraham Pérez, Abe Pérez) me envió la presente
foto, que fue tomada en La Habana, y en donde se ve al Che Guevara, ese
pugilista de las revoluciones. El Che Guevara que fue, en su propio decir, cubano
en Cuba, así como guatemalteco en Guatemala. En la foto también observamos el
número 502, nuestro prefijo telefónico.
La foto me da
pie para hablar, con el desparpajo de quien no es historiador, de ciertas
relaciones entre ambos países, Cuba y Guatemala.
Podríamos
empezar mencionando como primera relación el himno mismo de nuestro país. Fuera
escrito por un poeta cubano, José Joaquín Palma, que por cierto cerró los
párpados en nuestras tierras.
También José Martí
vivió en Guatemala –donde presidió de profesor– dejando ese poema tan conocido:
“La niña que murió de amor”. Martí mucho aprendió del proceso de liberalización
de Guatemala, como más tarde el Che aprendiera algo de su Revolución.
Por cierto que
así como han venido escritores cubanos a Guatemala también se dio el caso de
escritores guatemaltecos que viajaron inversamente a Cuba: Cardoza, por
supuesto, que escribió múltiples páginas al respecto; luego está el caso
paradigmático de Manuel Galich; el de Mario Payeras; el Bolo Flores…
He leído que
las relaciones diplomáticas guatecubanas empezaron en 1902. Han sido buenas y
malas relaciones, cuando han existido. Como es sabido, se rompieron en 1960, en
circunstancias altamente politizadas...
Conviene mencionar
la llegada del Che Guevara a nuestra llamada Primavera Democrática. Desde
nuestro suelo escribió a su tía: “En Guatemala me perfeccionaré y lograré lo
que me falta para ser un revolucionario auténtico”. Guevara se queda poco menos
de un año en el país, debido a la hoguera de la contrarrevolución.
En Guatemala,
el Che comprende un par de cosas: en primer lugar que la revolución hay que
armarla; y luego observa –y absorbe– cómo la CIA interviene el país (algo de
eso utilizará más adelante en Cuba).
También alcanzó
a conocer a algunos exiliados de la toma del Cuartel Moncada, como Ñico López. Y
aparte a la peruana Hilda Gadea, economista, y primera esposa. El Che Guevara
termina con ellos en México en donde engarza a su vez con Fidel Castro, para
preparar el golpe contra Batista. Entendemos aquí cómo el karma histórico ha
unido, en la figura del Che, a Cuba y Guatemala. Por cierto, fue en Guatemala
en donde le pusieron Che Guevara.
Si con la
Revolución Cuba vive una nueva etapa histórica, con la Contrarrevolución Guatemala
vive una vieja y conocida. Estamos hablando de Castillo Armas, de quien, por
cierto, más de uno ha dicho que murió por orden de Castro.
Eso es
críptico, pero lo que sí es claro es lo sucio que fue todo ese asunto de Bahía
de Cochinos. Ydígoras Fuentes fue quien permitió que todas esas tropas
anticastristas entrenaran en una finca en Retalhuleu.
Contra
Ydígoras se levantó un puñado de militares indignados: Yon Sosa, Turcios Lima,
quienes, con un joven César Montes, hoy viejo, luego habrían de formar el
movimiento MR–13. No deja de parecerme curioso que fuera en Guatemala en donde Guevara
tuviera un despertar a la insurrección armada, y que luego todos esos guerrilleros
nuestros fueran a su vez tan correspondidamente guevaristas.
Como sea, Cuba
siempre ha sido defendida por la izquierda guatemalteca, que ha sabido ver las
cosas buenas del régimen castrista; y repudiada por la derecha guatemalteca,
que ha sabido ver sus asquerosidades.
En 1998 se
reanudan relaciones diplomáticas con Cuba, bajo la presidencia de Arzú. Esas
relaciones diplomáticas han guardado cierta corrección. También han sido
relaciones comerciales y turísticas, y por parte de Cuba muy hermosas, con su
apoyo en la medicina, en la educación, en el deporte.
Termino esta
ligera reseña con estos versos de Nicolás Guillén: “¡Oh Guatemala con tu oscura
herida! / ¡Oh Cuba, oh patria con tu herida oscura!”.
(Fotosíntesis publicada el 7 de agosto de
2015 en Contrapoder.)
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