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Los almuerzos ejecutivos


Puse en Facebook: “Lo que yo necesito para Fotosíntesis es una foto de un comedor ejecutivo, porque tengo ganas de escribir algo al respecto. ¿Alguien tiene alguna publicable?”.
           
Juan Pensamiento leyó el post y desde un taxi y de volada tomó una foto de un comedor de la zona 1, y es la que ustedes están viendo. Si por algo nos gusta la foto es justamente por su crudeza. Agradecemos a Pensamiento por su permanente estilo de cooperación.
           
Desde siempre como almuerzos ejecutivos. Cuando era soltero mucho, pero ya casado también. Siento que mi karma está unido a esos comedores económicos donde los sirven.
           
Cerca de mi casa hay por lo menos cuatro o más, y al medio día se va tejiendo la urdimbre, la colmena de gente. Ahora mismo estoy en uno de ellos. La que atiende es una gran morsa nerviosa y está como loca de tanto pedido. Los clientes se impacientan. Algunos van en grupo. Otros van solos, como yo.
           
Luego hay otros días cuando todo silencio, en el localito, salvo la tele prendida con la novela puesta, que ya no se sabe si es colombiana, argentina, mexicana o qué putas. Todos –el vendedor que se mantiene en la calle todo el día, el oficinista, el burócrata, el dependiente, la sensual chaparrita empleada de banco, el escritor– vemos, entre risas o bostezos, la telenovela. Y cuando no es la telenovela –o el partido– es el noticiero: el noticiero con todas esas noticias que nos hacen vomitar el almuerzo ejecutivo.
           
Comedorcitos como este hay por toda la ciudad, destinados a la clase media baja, o a la clase baja alta, sirviendo masas y masas de hartazón, de variadas calañas y múltiples registros. Lo que noto que cada vez se sirve menos res. Lo cual no me afecta, porque soy vegetariano: pido mi almuerzo sin carne, y siempre me arreglan alguito. Allí me tienen devorando el caldito, el arroz, los ejotes envueltos, la sacrosanta tortilla, el postre.
           
Hay comedores muy buenos y otros infectos, unos muy aseados y otros dudosos: en donde, antes de almorzar, hay que persignarse. Se ve que tragar en esos sitios tiene un tinte de suicidio.
           
Pero, como yo lo veo, es preferible comer incluso eso que comida chatarra. Se da por descontado que comer almuerzos ejecutivos es una excelente alternativa ante la embestida cultural de las carretillas de shucos, o del marchitante fast food. Cuando yo era chavito ir a McDonald´s era un lujo de elegidos. Hoy es ya lugar común, aunque no precisamente barato. Si quiere morirse pronto, solo hay una cosa que tiene que hacer: consumir todos los días comida chatarra.
           
Por ser comida relativamente casera, los almuerzos ejecutivos plantean una alternativa digna de alimentación. Que sea tan ordinaria es lo que la hace extraordinaria. Ya quisieran los gringos y europeos tener almuerzos ejecutivos. Por cierto que veo extranjeros –serán de la Embajada– comiendo sus almuercitos ejecutivos. ¡Con esos precios! Son precios que todavía convienen, aunque han subido mucho, como todo.
           
Tengan ustedes buen provecho.


(Fotosíntesis publicada el  24 de julio de 2015 en Contrapoder.)

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