Pero qué belleza, miren que imagen más bonita nos ha enviado Rodrigo Noguera. Me envió varias, de hecho, pero esta fue la que más capturó mi atención. Es de una farmacia naturista en Marruecos, en donde él estuvo, y uno puede sentir el poder arbóreo, esencial, tónico, detoxificante y regenerador emanando de todos esos frascos brujos.
Me llamó la atención, sí, el contraste
que se da entre el orden clónico de los frascos y la exuberancia de sus
contenidos, de un excelso cromatismo ocre, térrico y mediterráneo.
¿Qué manos, uno se pregunta, ordenan y
agrupan estas delicias botánicas y farmacéuticas, guiadas por quién sabe cuál
sabiduría delicada, presentida, herbal, profunda y curativa?
No fue la única foto que me envió
Rodrigo Noguera. Me envió varias. En una vemos, por ejemplo, el busito en el
cual viajó a través de Mongolia; en otra un atardecer en una isla en Tanzania
(con niños jugando al fut); en otra más una estación de tren, en algún pueblo
del Perú.
Así.
Noguera, por lo que ya hemos deducido,
es un mochilero devoto. A lo mejor entendió eso que entendió claramente Paul
Bowles: que hay zonas de la superficie terrestre que contienen más magia que
otras. Por cierto, Bowles vivió en Marruecos 52 años.
Todas las fotos muy interesantes, las
que mandó y otras que hay en su muro de Facebook, pero me quedé al final con
esta, me quedé con este panteón exuberante, esta oferta lujosa, este repositorio
amanecido y sereno de raíces, semillas, hierbas y hojas secas, de efectos,
presumo, rejuvenecedores y alquímicos, prodigios etnobotánicos que un alópata
verá con severa desconfianza.
Semillales, raízales, yerbales, hojales.
Tantos frascos iguales y repetidos
contienen toda suerte de remedios desiguales y únicos, que a lo mejor definirán
la salud y fortuna de muchos marroquís, y de uno que otro extranjero, como
Rodrigo Noguera.
Es él quien nos cuenta que esta foto la
tomó en Marrakech y antes de las siete de la mañana. ¿Por qué tan temprano? Era
la única forma de visitar los bazares sin tanta gente. Desde la soledad de los
pasillos entró a la tienda de 10 X 10 metros y cubierta de pared a pared con
pócimas medicinales. Ahí se topó con un señor mayor “con una sonrisa
espectacular, creyente de sus productos y sobre todo con un entusiasmo que ya
quisiéramos”.
Rodrigo compró una gotas y unos
algodones de olores exóticos, cuyo propósito pragmático era: i) poder ver mejor
con el corazón; ii) y obtener buena fortuna para su viaje de cinco meses (la
idea era ir de Marruecos a Tombuctú).
Ay, si tan solo pudiera estar yo mismo
en esa farmacia naturista marroquí ahora mismo. ¿No será una de esas hierbas lo
que yo necesito para quitarme esta angustia, este miedo, este chirajo de pánico
que vengo arrastrando?
(Fotosíntesis publicada el 7 de abril de
2017 en Contrapoder.)
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