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En nombre de la sangre y de la tierra


Bladimiro Polanco me ha enviado unas fotos en Flickr que retratan cuerpos en contraluz proyectando un juego de sombras.
           
Ya engasado me puse a ver las 603 fotos que tiene ahí colgadas, y en donde se perciben ciertos ejes temáticos recurrentes, uno de ellos siendo en toda evidencia La Antigua.
           
La Antigua y sus procesiones, sus flores, sus celajes, sus simbolismos y arquitecturas, sus ruinas olvidadas y hagiográficas. Bladimiro Polanco captura toda esa mitología visual antigüeña, y la transforma en procesos fotográficos muy acabados, refulgentes y sensibles, algunos de los cuales básicamente te roban el aliento. 
           
El carrete digital de Bladimiro va más allá de la Antigua, naturalmente. Por ejemplo hay toda una serie dedicada a las manifestaciones del año pasado. De esa serie es que hemos extraído la imagen de la actual Fotosíntesis.
           
En principio había elegido otra foto, una de un charco reflejando una calle (hay varias de esas). El invierno, quiero decir la lluvia, es un tema que exige su propia Fotosíntesis. Pero resulta que luego terminé yéndome hacia el asunto septembrino de la patria.
           
Lo que se antoja decir de ella, la patria, es que hay muchas maneras de vivirla, de acuerdo al prisma de valoración en el que cada cual reside. La manera más obvia y corriente de hacer comprensible y valorable la patria es por medio de ciertos símbolos y experiencias: por ejemplo, un himno, un atleta o un tamal.
           
O una bandera, como la presente.
           
Libre al viento, en estilo contrapicado, el asta metálica erigiéndose hacia un centro infinito, en tremenda composición, distinguibles la nubes atrás, formando un fondo o lienzo ejemplar, que posee los mismos colores de la propia bandera.
           
Una excelente foto.
           
Y una excelente bandera, hay que suponer.
           
Lo que a menudo deja mucho que desear son la clase de mamadas que se hacen en nombre de la misma. El problema con vivir en un país con Guatemala es que el nacionalismo se reduce a sus más elementales códigos, cuando lo nacional bien puede convertirse en una experiencia mucho más sofisticada, vasta e inagotable, si ponemos un mínimo de delicadeza en ello.
           
Pero a los directores culturales de la patria (por ejemplo las grandes empresas que empujan la agenda nacionalista) les interesa muy poco ampliar y fractalizar la experiencia de lo nacional, porque lo que justamente quieren es mantener a los connacionales en una fase simiesca y en una altiplanicie de lugares comunes y monólogos cívicos.

Y bueno, Dios guarde si no te colocás la mano en el pecho, en los actos del caso. Es la clase de cosas por las que te hacen sangrar y quizá hasta te ponen bajo tierra, nuestra tierra.
           
Aclaro que no es que yo tenga nada esencialmente contra la propia bandera, y menos contra la bandera de Bladimiro Polanco. En el océano de los fotógrafos, Bladimiro Polanco brilla. Es un profesional.


(Fotosíntesis publicada el 23 de septiembre de 2016 en Contrapoder.)

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