¿Será muy grosero, muy pretencioso si
esta vez hablo de la Fotosíntesis, autorreferenciadamente? Lo cierto es que
tengo una razón de peso: la columna cumplió tres años de vida: tres años.
Parece poco desde un punto de vista
–mantengo en otro medio una columna que pronto tocará los quince– pero de otra
parte me parece que, tres años, para un espacio periodístico, tampoco es una
edad desdeñable.
La razón congénita de Fotosíntesis es
unir dos alas –la imagen y el texto– y hacer un pájaro. O lo que es igual:
matar dos pájaros de un tiro.
No he sido yo el inventor de esta
modalidad. Ya Bretch hacía eso con sus foto–epigramas. Por demás, Umbral, si
recuerdan, tenía aquella su columna en El Mundo, que ahora tiene Millás, en El
País.
Me puse a ver el presente blog y re–descubrí tantas imágenes, de lo
artístico a lo exprés. Algunas narrativamente urbanas, otras escrupulosamente
pueblerinas, unas terceras puramente naturales. He vigilado texturas cabales, fractalismos,
comportamientos de la materia. He mirado flores modélicas y exuberantes, florestas
inspiradas, las raíces en su intimidad profunda. He oteado los oficios de los
insectos y el alma de los animales. He examinado el ala de un cielo en un
charco, una luna poderosa, la inocencia de un bebé. He inspeccionado desnudos
estéticos o didascálicos. He percibido escenas cotidianas y tantos cuadros de
costumbres. He contemplado los rostros serenos o afiebrados, tan nuestros y tan
ajenos. He atisbado carreteras donde todo es posible, escenas y ciudades
exóticas, cornisas inorgánicas y construcciones minerales, tan sublimes. He
advertido hombres que son mujeres, ciegos que son ángeles, espectros que son
espectros. He divisado la dignidad de la lucha y de la condición humana, a la
par de la oscuridad monofásica. He conocido a los explotados en su profesión de
ser explotados, a los niños en su profesión de ser niños, a los artistas en su
profesión de ser artistas. He observado los objetos significativos, olvidados y
encontrados. He tenido encuentros del tercer tipo con un osito de peluche, un
jerky de bisonte, un timbre mágico, o una guitarra salomónica. También he
avistado la muerte, con su quijada supersticiosa.
En síntesis (o, podríamos decir, en fotosíntesis)
he visto muchas cosas, en tres años de llevar esta sección. Los textos han
querido rendir un homenaje, un asombro y una mirada a todas esas visualidades.
No siempre directamente: a veces la foto es simplemente un pretexto para hablar
de otra cosa que no es la foto. ¿Si me cuesta escribir los textos? A menudo
miro la foto y sé exactamente lo que quiero escribir. Pero también pasa que a
veces tengo que tantear una o dos aproximaciones.
¿Cómo voy a fotosintetizar la presente fotografía
que me ha mandado Denis Paz, por cierto? Me limitaré a describirla. A través de
la rajadura de lo que parece ser una vasija a contraluz vemos un plano ulterior
oscuro siluetado por fenómenos refulgentes. A primera vista la rajadura parece
un espejo, reflejando estas mismas texturas lumínicas. La imagen tiene esa
gratuidad fenoménica de la realidad. Y siendo tan concreta, tan ajena a toda
conceptualidad, es casi abstracta.
Es una hermosa foto, y la promesa de las
otras que vienen en camino.
(Fotosíntesis publicada el 15 de julio
de 2016 en Contrapoder.)
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