Osman Enríquez Paz es un
fotógrafo proveniente de San Pedro Carchá, según leo en su About de Facebook.
Pronto encuentro en la red un portafolio suyo de fotos y nada cuesta agregar que
quedé muy a gusto al ver sus planos y paisajes impactantes, supertexturas y
acercamientos líricos, vegetaciones mágicas y florismos, interiores y ciudades
del interior, insectos y animales aquiescentes, sus nubes, iglesias. Todo eso
contemplo en mi tableta, mientras desayuno un plato de yogur. El cuate ofrece
cosas sensibles, con marca fotográfica.
La foto elegida pertenece a
una serie específica, que Osman explica así:
“Papumay es una aldea de San
Juan Comalapa, Chimaltenango. Está ubicada en el área limítrofe entre Comalapa,
Poaquil, y Santa Apolonia, por lo que era un punto estratégico durante la
guerra. La aldea fue masacrada por el Ejército en 1982, los pocos
sobrevivientes migraron a otras aldeas y no volvieron sino hasta 1999. Durante
17 años la aldea estuvo abandonada y ocasionalmente fue visitada para recuperar
pertenencias o para rescatar tejas útiles para venderlas.”
Osman sigue:
“Con un grupo de jóvenes de
Comalapa visitamos la aldea el 5 de marzo para reconocer el espacio. Advertimos
que hay gente que ocasionalmente lleva candelas e incienso. Según un
sobreviviente, hay más de 25 cuerpos en una fosa en el centro de la aldea.”
También dice Osman:
“Algunas cosas siguen tal y
como los pobladores las dejaron el 17 de junio de 1982 a las seis de la tarde
cuando el Ejército llegó.”
En las múltiples fotos de la
serie que Osman me envió flota un ambiente de abandono. A falta de memoria
histórica, tenemos una cultura del débris. Muros sin vida, jirones
espectrales de ropa, canastas violadas, puertas deslucidas, sillas sin nadie,
hojas muertas.
De la foto como tal destaca
el cromatismo terroso que parece sofocar las paredes ya inútiles y los objetos
en el suelo, que son ya subobjetos. Esas cosas –palangana, tablones, costales–
antes fueron parte del universo instrumental de una familia y de una comunidad;
ahora forman parte de lo que podemos llamar, a secas, olvido. Cuando el olvido
y la mirada se encuentran, entonces surge la poesía de la foto.
Entre todos los objetos ahí
presentes sobresale una cruz. ¿Es una cruz–cruz o simplemente una estructura de
madera con parecido al símbolo cristiano? Eso no lo puedo saber, pero el efecto
simbólico como sea está ahí. Hay una cruz derrumbada, y esa cruz derrumbada es,
si me permiten decirlo, la muerte de la misericordia.
Prendan una vela.
(Fotosíntesis publicada el 1
de julio de 2016 en Contrapoder.)
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