No podemos darle la espalda a lo clásico, por supuesto. En tal espíritu, no tengo problema alguno con fotosintetizar esta foto que me ha enviado Kurt –me refiero a Kurt Zierlein– en donde se ve a Ricardo Andrade y los últimos adictos caminar –caminar hacia nosotros, hacia la cámara– por una calle del centro.
Kurt fue y es
fan de la movida noventera de bandas. Fue: es. Sus incontables fotos de
aquellos sentidos conciertos continúan actualizando toda una época por medio de
un nutrido legado fotográfico, ahora parte de la colección de CIRMA. Recordándonos
así de la importancia que tiene documentar y crear gestos de lealtad histórica.
La foto que
nos ha compartido aquí Kurt (que en sus palabras no es de las mejores suyas,
pero sí de las más importantes) ha sido extraída de un negativo escaneado. Me
la envió en blanco y negro y también a colores, y yo decidí irme, como ven, con
la segunda opción. No es una imagen inédita: por ahí la verán circulando en la
web: sin crédito como es usual; pirateada, como siempre.
La foto nos
muestra a los integrantes de la banda que nos ocupa caminar en el Parque
Central, en un paso cebrado. Es del año 2000, una época feliz, pareciera, para ellos.
Ricardo Andrade –de voz inconfundible, aparte de un poder obvio para componer
melodías y tracks destacables, y el talento inocente de un frontman muy
comprometido– va acompañado de sus valiosos partners musicales: el Niño; Taz; y
Espaderos.
Ahora mismo,
mientras escribo el presente texto, estoy escuchando el disco Introspectiva, que posee rolas resólidas
(tales como Dando vueltas, o Una charla con Dios). Lo peor del caso
es estar consciente que si Andrade estuviera vivo –si no lo hubieran de esa
cuenta asesinado, convirtiéndose en uno de nuestros baleados ilustres– estaría ya
mismo produciendo nuevas excitantes canciones: estaría muy al día. Y ya hubiera
añadido un montonón de poderosos singles y discos y conciertos a su intenso
legado creativo. Yo lo que recuerdo de Andrade es que siempre andaba
trabajando. Y que trabajaba mucho hacia delante.
Lo cual es muy
importante. No ser de esos que apuñuscan su psique de recuerdos y que miran
atrás pensando que los pastos pasados fueron–son más verdes que los presentes.
Esa actitud psicológica da asco y en mi opinión mejor sería que esa clase de
sentimentales se murieran de una vez por todas.
En la música
igual. Detesto los playlists retro en los restaurantes. Aborrezco de las bandas
covers que dicen: “Viajen con nosotros hacia las canciones más manidas de las
cinco décadas pretéritas”. Nunca vuelvo a las bandas de mi generación y evito a
toda costa los conciertos nostálgicos que viven dando. Prefiero por mucho
escuchar las agrupaciones locales nuevas (e. g. Tenta) antes que repetir, junto
a un puñado de mórbidos inmovilistas, un pregón usado que ya no levanta
arboledas sinápticas en los sectores relevantes del cerebro colectivo.
Es lo
equivalente a hartarse el propio vómito.
(Fotosíntesis publicada el 17 de junio de
2016 en Contrapoder.)
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