Créase o no, este mes arribamos a tres años
vida en la Fotosíntesis. Con alguna suerte, seguirá la presente columna
poblando estas buenas y bravas páginas. Es lo que deseo, de todo corazón. A
quienes han seguido esta sección quincenal ofrezco reiteradamente mi sentido
agradecimiento.
También agradezco a quienes siguen enviando a
nuestras manos/inbox tantas fotos memorables. Como esta del fotógrafo (documental
y comercial y artístico) Erick Aldana. A quien le interesa el collage digital; la
sátira y la crítica; cuyas fotos va colgando en las calles, anónimamente. Eso
nos dice.
Y pues Aldana nos ha remitido, generosamente,
tres imágenes de su exposición “La vida y muerte de los objetos inanimados”
(Casa Cervantes, 2014). Con las imágenes, una explicación de las mismas. La
idea, manifiesta, era hacer fotografías de “objetos encontrados” que, puestos
en orden, contaran la historia de Guatemala. Estos objetos –que son los objetos
nuestros de todos los días (un billete, por caso)– aquí pasan a contar una
trama dura y sangrienta, dándonos, desde su inocencia material, un reproche
histórico, y desde una suerte de serendipia conceptual, una toma de
consciencia.
La primera foto que me envió se llama La repartición. Es de hecho la que están
ustedes viendo. El fondo es gris, casi blanco, casi clínico. Lo que hay es una
pirámide maya (¿no está hecha de cartón, de segmentos de cartón?) y vuelan
alrededor de la misma lo que parecen ser muñequitos quitapenas, que
supuestamente ayudan a dormir a los impenitentes insomnes. ¿Quién negará que
esta foto es muy bella?
La segunda foto (sobre gris/blanco ya visto) nos
muestra un trozo de pan viejo. Incrustado sobre el mismo un barquito de papel,
hecho a partir de un billete de veinte pesos, que, si tuvieran la foto delante,
se darían cuenta que está sostenido por un exoesqueleto rudimentario: un pedazo
de alambre. Y enfrente, valga añadir, un soldadito de plástico, en saludo castrense.
La foto se llama El naufragio.
Avancemos a la tercera, no menos intrigante
foto, titulada La guerra. Para
empezar nos muestra una de esas máscaras locales, cubierta de recortes de
periódicos que dicen: “ejecutar” o “por el país que queremos” o “desalojan”.
Rodeando la máscara hay avioncitos de papel, hechos con páginas de
clasificados, tiznadas de un rojo que obviamente es sangre.
Lázaro, levántate. Cuando los objetos
cotidianos son insertados dentro de un marco estético de modificación disparan
en nosotros lucidos y estimulantes rayos en el neocórtex. En la lógica del object trouvé, las formaciones
materiales pasan a ser formaciones relevantes de consciencia. Son derivas
creativas entresacadas de la serosidad clónica de lo circulante y lo residual.
(Fotosíntesis publicada el 3 de junio de
2016 en Contrapoder.)
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