La foto de
esta semana es de Ameno Córdoba. A saber si así se llama o así se puso, pero
Ameno resulta que es su nombre. A lo mejor lo han visto en la calle, la melena
convencida, o en el timeline, profano y bufonesco, siempre buscando,
tiernamente, epatar, con sus amenidades. Lo apreciamos por su actitud y por su
drive creativo. Como otros en su ambiente, tiene amor por el arte y tiene mística
local, cosa que se deja ver en su actividad cinematográfica y audiovisual. Ahí está
el trabajo que ha venido haciendo recientemente con Pepe Orozco, otro cuate muy
talentoso (En Vivo te Quiero, el
nombre del proyecto). Lo que hacen es agarrar a músicos contemporáneos locales
y filmarles, en un performance muy orgánico. Puesto a ver los materiales –de
gente como Ishto Jueves, Rebeca Lane o Domingo Lemus– uno aprecia, aparte de la
conexión obvia con la música, la factura, aún si los recursos no es que sean
muchos. Son piezas simples de naturaleza, pero planchadas, indicando amor imaginativo
al detalle. Por cierto que Ameno recién dirigió el último video de los Bacteria
Soundsystem Crew –la rola se llama Bienvenidos–
con gran puntería. Aparte de la
cosa audiovisual en sí misma, Ameno también hace valiosas reseñas de cine y de
videoclips que hemos visto en La Hora o Barrancópolis. Son críticas personales,
muy observadoras, que dan consejos muy prácticos. Si no se apoyaran tanto en cierto
efectismo adolescentón esas reseñas podrían, pienso, dar para más. Por
supuesto, lo que ahora interesa, en el marco de esta sección, es el Ameno
fotógrafo. Como tal, de veras siento que tiene una mirada distintiva y especial.
Un ojo muy despabilado para retratar personajes, por ejemplo. Por ejemplo, a mí
me tomó una foto en la Erre que me captura hermosamente, en toda mi esencial
fealdad. El retrato se le da así como se le da eso de documentar momentos de la
cultura urbana y artística nuestra, particularmente en blanco–negro. Ameno me envió
para la Fotosíntesis tres fotos y yo no sabía cuál putas elegir. Al final elegí
ésta, no porque fuera por fuerza la mejor, nomás porque hay cierta candidez
juguetona en ella, que me gusta. Lo que vemos es un timbre, y pareciera que el
timbre fuera a lo lejos una personita, con dos ojitos. Así es la mirada de
Ameno. Es una mirada entre sensible y comédica, entre guasona e inocente. “El
guardián de esta foto es el timbre”, nos dice. ¿No es maravilloso? Ya de sí
todos los timbres tienen eso de guardianes, de cancerberos. Alertan, con su
estridencia lucida, cuando alguien está ahí afuera. Pero este timbre es
doblemente guardián. En donde se ve lo ladinos y recursivos que somos los
chapines es en la manera en que le hicieron una armadura al timbre, con un bote
de plástico. Lo supo ver Ameno: “Tiene su casco y su lanza por si lo atacan los
dedos”. ¿No es eso como una greguería de Gómez de la Serna, ese gran animista?
Y comprendan que si lo menciono aquí, a Ramón, no es nada gratuito. La foto de
Ameno es una greguería visual.
(Fotosíntesis publicada el 22 de abril de
2016 en Contrapoder.)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario