Escuchando,
por ratos, el juicio Sepur Zarco, en streaming. De momento, se ha interrumpido
la audiencia, y mientras personas entran y salen de encuadre, la cámara capta
la conversación de la jueza Jazmín Barrios con sus colegas. En lo que esto vuelve
a empezar, escribo mi nueva Fotosíntesis.
La foto que
voy a fotosintetizar esta semana me la envió un contacto de Facebook, Antonio
Rotche. Por lo que he conseguido entender, Antonio Rotche toma fotos de sus
viajes por el país, varias de las cuales han sido publicadas en el portal XplorandoGuatemala.
El mismo es un
portal de fotografía de viaje y aventura que visita distintas regiones y
landmarks rurales y urbanos del país, y en donde se da acceso a información y
reseñas turísticas. Allí verá el interesado muchos pics de lugares
sobrecogedores, lugares oh–mi–dios de Guatemala, pertenecientes a su amplio
mandala mineral, vegetal, animal y humano.
Pues bien,
Antonio Rotche me ha enviado algunas fotos suyas, y esas fotos me han llevado a
Sololá, a Quetzaltenango, a Iximché. Justamente es una foto de Iximché la que
he elegido para esta edición de la Fotosíntesis.
En la imagen se
ve a una mujeres indígenas sentadas en unas gradas, vestidas con sus trajes
cromáticos. Esto, como ya dijimos, en el sitio arqueológico de Iximché. Grama,
piedra y cielo. Personas mayas de ahora en un lugar maya de entonces. Es como
que dos tiempos se tocasen.
¿Por qué he
elegido esta foto? Les diré por qué: he tenido mucho en mente a las mujeres
indígenas del país, y eso, por supuesto, por lo ocurrido en el destacamento militar
de Sepur Zarco. Este caso es un combo de esclavitud, violación, tortura, asesinato
y terror general. A estas alturas todos deberíamos conocerlo. Tendríamos ya que
haber escuchado algunos de sus testimonios escalofriantes. Y sentido alguna
clase de indignación devoradora en nuestras entrañas. El juicio es histórico. Paradigmático,
no solo en Guatemala, sino en el mundo.
Lo que
tuvieron que vivir esas mujeres, cuyos esposos fueron asesinados, y que fueron
puestas a trabajar en turnos, excoriadas y profanadas, por soldados oscuros.
Así es como el guerrero, ya del lado de la sombra, mata la flor y su tierra,
dejando a su paso un desierto desgarrado. Para luego ser defendido por aquellos que
defienden la barbarie.
Para mientras,
la mujer indígena ha sido históricamente descartada. La mujer indígena y la
mujer en general. Podríamos decir que toda la tragedia de este país
viene de la manera cómo sus mujeres han sido ultrajadas y negadas. Pero sin el
espíritu femenino, nada crece, nada nunca se levanta.
Justo al
momento de terminar el presente texto, la audiencia se reanuda, en el
streaming. Pongo atención.
(Fotosíntesis publicada el 19 de febrero
de 2016 en Contrapoder.)
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