A veces lo execrable es tener que
elegir: te mandan múltiples fotos, y resulta que no sabés si fotosintetizar
esta o aquella. Un poco eso me pasó con mi contacto de facebook Kame Tjx
(Sócrates Tejaxún, a lo mejor lo han leído ya en La Hora) que me envió tres imágenes.
Entonces, me dije, salomónicamente: ¿para qué escoger? Las voy a comentar todas.
a) Una nos muestra a dos ichoquitos –él
de espaldas, ella de frente– y la niñita con su corte rojo vibrante. Esos trajecitos
que llevan los niños indígenas nos derriten y nos entiernan el corazón –nos los
dejan hecho una orquídea– como ninguna otra cosa en la vida. Por esos niños
indígenas es que este país tiene que cambiar, carajo. La foto se llama, en Kaqchikel,
xtan ak'wal (niña niño). Si fuera más inteligente, haría toda una reflexión
simbólica de género a partir de la misma. No lo soy.
b) La otra foto también nos presenta a
unos niños, en este caso unos lustradores. Los lustradores han posibilitado
páginas memorables y realmente la que tengo en mente es una de José Arce en
donde describe la cajita de lustre como ataúd de niño, y en cierto modo lo es.
Porque eso de poner a trabajar a esas edades tan cortas es asesinar la niñez, verídicamente.
Me recuerda al patojito que vende chicles a la salida del call center de la
esquina. Uno lo ve y sabe que es listo como el que más; se le pone una
educación y una laptop y se come el mundo. Pero nadie le pondrá una educación y
una laptop: su vida consiste en vender cigarrillos a los cuates del call
center, que como lo chingan, y él de vuelta a ellos. En fin, como no están
viendo la foto del lustrador yo se las explico: son cuatro lustradores,
pedacitos de gente, en una tienda, a lo mejor evangélica, todos amontonados,
viendo algo sobre el mostrador de vidrio, entre un millón de chucherías de esas
que cuelgan de las tiendas, con regularidad diabética y qué sé yo. ¿Qué miran
los niños? Apuesto mil varas que un partido de la liga española, porque esa es
la única cultura que estos niños laborantes van a recibir en su puta vida. Aparte,
claro, de la cultura de la calle, esa en cambio nada desdeñable.
c) La tercera foto, que es la que aquí
presentamos, se llama uxlanik pa juyu (que se traduce como descanso en el
campo, montaña o en el monte). ¿Por qué la presento y no las otras ya
comentadas? Será nomás por su cromatismo vibrante. Será porque allí madre e
hija (asumo yo que son madre e hija) están sentadas en posición cuasizen,
serenas, sonrientes, sobre la grama preferible y atrás es la ruralidad, que
parece fresca y agrícola.
Nos explica Kame Tjx que las tres fotos
fueron tomadas en la cotidianidad del área rural, allí donde tantas fotos
latentes nos esperan. Microuniversos, rostros, caminos y más caminos. Lo
hermoso y lo cruel.
(Fotosíntesis publicada el 8 de enero de
2016 en Contrapoder.)
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