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Cosmocaos


Foto:
“Nature Symmetry”
William Corleto

Mi escritorio, por lo general metódico, en este preciso momento proyecta un desorden total. Mi superyó me pide que desplace, coloque, categorice.  Pero otra región de mi consciencia me susurra que de esta confusión se desprende alguna clase de creatividad... La vida tiene una tendencia al orden, otra al caos.

Hay caos. Está la naturaleza impredecible, confusa, difusa, aleatoria, de la realidad, con sus azares, erosiones, accidentes, incertidumbres, espinas. El universo en tanto que entropía, o muerte–disgregación. Importante, pues da lugar a configuraciones inéditas en cualquier sistema dado. 

Luego, tenemos un mundo que es arquitecturado, estable y mandálico. Así pues, uno recibe una foto, como la enviada generosamente por William Corleto, llamada Nature Symmetry (Simetría de la Naturaleza, en español), tomada con un lente de 50 mm, y comprueba cómo en esos cactos –cactos son, aquí captados en blanco y negro– hay tremenda estructura y diseño. Parecen flores. ¿No les llaman de hecho rosas de alabastro? 

Lo vemos por doquier: en las caracolas, en las galaxias, en las superestructuras del cosmos: patrones, conexiones, armonías, fraternidades, expresiones diádicas. Una matriz organizada de simetría, proporción, consistencia, coherencia e identidad.

Es tentador dejarse seducir por la noción de que todo es según un plano, una tendencia unificadora, inteligente, sinergética. Como aquel hombre arcaico o tribal que mira la naturaleza, y ve allí toda clase de potencias elementales concertándolo todo. O ya alejados de la perspectiva mitopoética, la del hombre religioso que cree en un Dios–incepción más o menos barbado que ha desarrollado desde su inefable metalatencia las formas–mundos, y las dirige autocráticamente. Luego hemos de mencionar al filósofo social que cree en la posibilidad de poner a trabajar las fuerzas colectivas para dar entonces con una systasis social última. No dejaremos afuera al sujeto de ciencia clásico y mecanicista que percibe el universo como un sistema de leyes avanzado, determinista y razonable, con sus orbitas y fuerzas elegantes –o el biólogo concreto que verifica extático los términos de un organismo combinado y bioquímico.

El universo: ¿una complejidad anárquica o exacta? Visto bien, el cosmos solo tiene sentido en relación al caos, y viceversa (de la misma manera que en la foto de William Corleto, formas y brillos solo pueden ser comprendidas en relación a las sombras allí presentes). Podemos hablar de un flux que no es del todo disciplina ni tampoco destrucción, y que es ambas cosas a la vez. No un orden esencial, sino creativo, dinámico. Un ímpetu de donde brotan zonas espontáneas, fractales y autopoiéticas. La teoría del caos, surgida en el siglo XX, tiene algo que decir al respecto. Y desde luego la física contemporánea toda, que nos habla de sets de reglas que dejan de funcionar cuando son vistas desde un contexto o sistema de percepción diferente, y más extraño aún, que funcionan y no funcionan simultáneamente.  

Es un terreno, el del cosmocaos, hiperfluido y difícil de entender y determinar: tengo la imagen del cabalista que, buscando las correspondencias secretas de la realidad, termina perdiendo la razón. Pero es cada vez más evidente que en ese lugar –no sé si llamarlo fronterizo o coemergente– en donde fárrago y orden, muerte y continuidad, subsisten, en secreta complicidad, se dan toda clase de sincronicidades magníficas, claroscuros milagrosos, y redes muy intrigantes de posibilidades.


(Fotosíntesis publicada el 23 de mayo de 2014 en ContraPoder.)

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